Los medios fríos son aquellos que exigen de sus

receptores una alta interacción; en otras palabras, al no

ofrecer demasiados detalles sobre sus contenidos,

obligan a los receptores a participar de forma muy

activa en el proceso de comunicación. Un ejemplo

extendido es la radio, que, al ofrecer a sus receptores

únicamente sonido, obliga al oyente a usar su

imaginación para completar la información que recibe.
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